jueves, 8 de septiembre de 2011

Estimulación temprana de la lectura

Cuando alrededor de los cuatro meses, la madre, el padre o la educadora instalan al niño o niña en su falda de manera frecuente, y le “leen” un libro, interactuando con él en un ambiente grato y cariñoso, ese niño, alrededor del año de edad, mostrará claramente su interés por leer y sus intentos por construir el sentido de ese texto haciendo observaciones sobre sus imágenes. También, ya sabrá que un libro es portador de significados interesantes, distinguirá un libro de otro y un tipo de libro de otro, sabrá que tiene una orientación espacial determinada, que las páginas se dan vuelta de derecha a izquierda y que hay partes de ese libro que son sus preferidas. Por ejemplo, si es un libro de animales, la educadora se los irá mostrando, nombrando y emitiendo los sonidos típicos de cada uno. Al cabo de cierto tiempo, primero, el niño preguntará por los nombres de los animales, indicándolos; luego, imitará los sonidos y gradualmente podrá responder él a la pregunta ¿qué es? Más tarde, la educadora podrá agregar algunas características de cada animal y comentarlas y, paulatinamente, contribuirá a la construcción del concepto sobre cada uno de los animales por parte del niño, quien solicitará que se le lea el mismo libro una y otra vez.
“Leerle” un libro u otro material impreso a un niño o niña, requiere establecer una interacción específica y reiterada, que se irá enriqueciendo en la medida que el niño adquiera nuevos conceptos y palabras. Esta interacción y las actitudes del niño, forman parte de un continuo de aprendizaje de la lectura (y también de la escritura, en cuanto asocian el texto a las imágenes o a la historia) centrada en la construcción de significados.
Esta interacción inicial de un adulto con el niño alrededor de los libros, es indispensable para que ellos comiencen a internalizar buenas actitudes lectoras. Un libro no es igual a otro juguete; por lo tanto, sin sacralizarlo, es necesario enseñarles que es un objeto que sirve para ser utilizado de determinada forma, que debe guardarse en un lugar determinado, no debe romperse, etc. En el caso de los niños de sala cuna, los momentos de “lectura silenciosa”2 son válidos; sin embargo, deben ser muy cortos con el fin de que ellos no se aburran y asuman la lectura como una actividad placentera e interesante. Por ello es recomendable en este caso, privilegiar más bien los momentos de interacción alrededor de la narrativa. Cuando ya los niños son mayores, en jardín o kínder, se puede establecer un período diario de alrededor de 10 minutos, dedicados a la “Lectura Silenciosa Sostenida” (Condemarín, 1984), en que ellos leen en silencio, junto a
sus educadoras que también leen en un ambiente grato y relajado, después de lo cual, no se les pide dar cuenta de “lo leído”.
2 Los niños permanecen en silencio dando vuelta las páginas de un libro y observándolo libremente.

Compilado de: PONENCIA: LEER Y ESCRIBIR DESDE LA SALA CUNA: ENTRAR EN EL MUNDO DEL LENGUAJE ESCRITO
Alejandra Medina Moreno,  Ministerio de Educación, Primer Encuentro de Educación Inicial. Pontificia Universidad Católica de Chile  Junio de 2006.  

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